miércoles, 10 de marzo de 2010

A un empresario

Yo te maldigo empresario por todos y cada uno de los currantes a los que has pisado para tener lo que tienes. Yo te maldigo empresario porque desde tu castillo jamás has mirado por las personas, para ti no han sido sino unos inconvenientes más a los que encima, tenías que pagar. No, tranquilos, se que hay empresarios buenos, se que hay empresarios que han sudado junto a sus empleados para sacar adelante la empresa, se que hay personas buenas de corazón que jamás se han subido a ninguna nube y siempre se han considerado igual a las personas a las que pagaba para que hicieran un trabajo que el era incapaz de sacar adelante sin ayuda.

Hay personas en esta vida que son buenas, y son buenas independientemente de tener dinero o no, o de tener una empresa o no, nacen así, y mueren así. Desgraciadamente, no todos los empresarios son así, están, a los que yo maldigo, pura escoria barriobajera que trepando desde su más tierna infancia han llegado a alcanzar las más altas cotas de la miseria humana (esta frase no es mía, pero venía al pelo).

Son personas que por cualquier motivo de su infancia, nacieron competitivos, la competencia en sí, no debería acarrear ningún problema, es lo que nos ha hecho evolucionar, es lo que nos mantiene vivos, pero, estos/as individuos/as llevan la competencia al siguiente nivel, el de ganar de cualquier manera, conseguir sus objetivos caiga quien caiga.

Alguno podrá decir: "toda empresa conlleva la consecución de unos objetivos prefijados y el empresario debe de cumplirlos para que la empresa tenga una razón de ser", y yo le diré "cierto", es totalmente verdad esa premisa, si yo creo una empresa y me pongo unos objetivos, es lógico y racional querer cumplirlos, el problema radica cuando los objetivos y las formas de alcanzarlos chocan de frente con la libertad, dignidad y derechos del trabajador. Puede que no choquen "jurídicamente", de todos es sabido que la historia la escriben los vencedores, y que poderoso caballero es Don Dinero, por eso, a lo largo de la historia, los empresarios se han ido haciendo con diferentes "atajos" legales, muros del Derecho, que impiden que su manera de llevar una empresa pueda chocar con los derechos de un trabajador, sin embargo chocan frontalmente con la ética, con lo humano, e incluso con lo divino (muchos empresarios se dan golpes de pecho al entrar en una iglesia, cara a la galería son creyentes, sin embargo no solo no aman a su prójimo, sino que lo pisotean en cuanto pueden).

Pongamos un ejemplo de "triquiñuela" legal:

http://noticias.juridicas.com/base_datos/Laboral/rdleg1-1995.t1.html#a14

Este artículo del Estatuto de los Trabajadores habla del período de prueba en un contrato. Habla de la "igualdad" de oportunidades entre trabajador y empresario a la hora de "probarse" el uno al otro. Esto siempre en la teoría, en la práctica, si el trabajador se inscribe en una oferta de trabajo y acepta (y firma) el contrato, en un 99% es para quedarse (con 4 millones de parados no es para menos), sin embargo, en una posición de poder, el empresario lo firma, y antes de terminar el periodo de prueba, puede rescindir el contrato al trabajador simplemente... porque si, o porque no le gusta su cara (se han dado casos), ya puede ser un supertrabajador incansable, que si no caes en gracia, el maldito empresario puede expulsarte de su castillo, porque no haces juego con las cortinas.

Señores malditos empresarios, tal vez haya llegado la hora de mirar dentro de sus negros corazones, y entrar en armonía con el resto de sus prójimos, el hecho de que se hayan tenido que inventar ceros para añadirlos a su cuenta corriente y que aquel trabajador que tiene usted en el despacho de al lado tenga que hacer filigranas para llegar a fin de mes, no le da derecho a mirarle por encima del hombro, es una persona igual que usted, quizás menos competitivo en su momento, con menos suerte o criado en un ambiente menos propicio que el suyo, vaya usted a saber el porqué cada uno estamos en el lugar que estamos, ni malditas las ganas de saberlo, yo solo les recomiendo una cosa, antes de pisar, de arrasar, de vapulear, todo lo que se le interpone entre usted y su maldito objetivo, piense si realmente es un buen objetivo.

Yo os maldigo.

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